Piedad Bonnett
Como un depredador entraste en casa,
rompiste los cristales,
a piedra destruiste los espejos,
pisaste el fuego que yo había encendido.
Y sin embargo, el fuego sigue ardiendo.
Un cristal me refleja dividida.
Por mi ventana rota aún te veo.
(Con tu cota y tu escudo me miras desde lejos).
Y yo, mujer de paz,
amo la guerra en ti, tu voz de espadas,
y conozco de heridas y de muerte,
derrotas y saqueos.
En mi hogar devastado se hizo trizas el día,
pero en mi eterna noche aún arde el fuego.
Del libro Círculo y Ceniza
.
2 comentarios:
La guerra desde lejos, aunque el caballero obtenga nuestro suspiro e inquietud. El caballero a librar sus propias guerras, porque si divide nuestro espejo, si nos rompe el alma en dos, la batalla nos habrá poseído para siempre
Muy apreciable Piedad:
Es mi convicción personal el aseverar que la poesía ofrece siempre una infinita gama de connotaciones o interpretaciones al lector.
¡Ésta, no es la excepción!
Más allá de imaginar a un hombre que es capaz de pisar y destruir, de infringir heridas y luego alejarse victorioso, mi interpretación descansa hacia el lado del verdadero amor.
No es la sumisión y la capacidad de soportar dolor, lo que hace invencible a una mujer. No es la estoicidad con la que se mide en la batalla y soporta las crueldades de un amor desdeñado o malherido.
Apunto hacia el amor puro, limpio, claro, fuerte en esencia y sólido por convicción. Ése que el hombre más perverso es incapaz de lastimar, de pisotear, de rechazar.
Si no fuere el sentido de tu poema, me has brindado esta oportunidad de expresar mis pensamientos; sí resulta correcta mi apreciación, tu elocuencia está inmaculada.
Con respeto y afecto:
Arturo Juárez Muñoz
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