XXIX
La siesta balbucea que está sola,
le duele el alcohol con sus uñas mugrientas.
Está drogado el ángel de la guarda
para olvidar su olvido
mira pasar la muerte fumando marihuana,
vidriosa
un espejismo de huesos lo atraganta en el borracho que cuenta mariposas
y en la prostituta que agoniza echada.
Todo pasa delante de los ojos de todos.
En la iglesia insisten con la boca tapada,
la Virgen del Milagro
cuida el cántaro de agua que bebe el peregrino que le besa las manos;
afuera
ocurre el mundo con sus bestias de carga,
el anarquista sueña un hombre más humano
y en Tikrik se tortura lo que quedó del agua;
se lava con crepúsculos el fuego en la palabra
y el Pilcomayo crece hasta inundar mi casa.
Con el poema,
la siesta,
se deshace y me traga.
Tomado del libro Centro de Tormentas: Primer Premio Autores Éditos 2008, Salta-Argentina
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