En Salento

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Salento-Quindío-Colombia

lunes, 28 de junio de 2010

EL AMANTE IMAGINARIO: Un poema del poeta estadounidense argentino Alfred Hopkins


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           Alfred Hopkins
Imaginamos un amante imaginario imaginando amores,
Que vive en palacios dorados imaginarios,
Que pasea por la verde verdura de bosques imaginarios,
Que descansa en la rocosa orilla de ríos imaginarios,
Que dibuja amantes amándose imaginariamente,
Que pasea sus dedos suavemente sobre pechos imaginarios,
Que pasea las yemas de sus dedos sobre caderas y genitales imaginarios,
Que respira profundamente el dulce perfume de amores imaginarios,
Que inventa y recita mantras transpirados por sueños imaginarios,
Que contempla plácidamente los cerros imaginarios,
Que lucha contra mil feroces bestias imaginarias,
Que imagina amantes entonando versos imaginarios,
Que imagina al amanecer orgasmos imaginarios,
Que cabecea escribiendo poesías imaginarias,
Un amante muere con su corazón latiendo a ritmos imaginarios.









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lunes, 14 de junio de 2010

VELADA: Un poema del poeta colombiano Rafael Escobar De Andreis


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Rafael Escobar de Andréis


Días después de la reunión
duerme debajo de la mesa
la cuerda que cayó al quitar los velos
del regalo que le hizo su hija.
Sigue allí sin que nadie la levante
como si al hacerlo un encanto acabara.
Si dejáramos todo igual después de la fiesta:
las copas con las huellas de labios,
los palillos con que cada uno pinchó las aceitunas,
las migas de pan y crispetas que no acataron
el ansia de las bocas,
las colillas de los cigarrillos y la forma
como cada cual apaga el fuego y riega la ceniza.
Si no corriéramos a lavar y dejar todo como estaba
¿Podríamos tener una reunión que perdurara en la memoria?
¿Vendrían por su cuenta frases, comentarios, risas?
¿Se escucharían canciones?
¿Reemplazarían los objetos a las personas?
Quizá hasta podríamos repetir la velada
sólo con las cosas y los gratos recuerdos.


 
 
 
 
 
 
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sábado, 5 de junio de 2010

LAS VOCES DEL DÍA: Un poema de mi libro LA NOCHE EN BORRADOR

Dejemos que la luz se meta y acose hasta develar los secretos guardados.
Es lo que hace falta.
Están allí estorbando desde la vez que los aceptamos como aliados.
Sólo después volveremos a pisar la tierra con los pies descalzos y descifraremos el mensaje.
Que empiece a hablar el fuego y escoja lo que crea conveniente.
Que no dude en borrar.
Tal vez después bebamos a plenitud las aguas claras y bañemos en ellas nuestros cuerpos sin miedo al torrente.
Y que el viento se lo lleve todo y no nos diga el nombre de la otra ciudad.
Así no nos asaltará la tentación de repetirnos.









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