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CLAUDIA PEÑA CLAROS |
Camino arrastrando un muerto. No te vayas, no te vayas, murmura suplicante, enlazando a mis cabellos lo que queda de sí. Así son los muertos: pegajosos y nauseabundos. Lo llenan todo con su olor podrido, porque la muerte no se puede desodorizar. Este muerto, el mío, me persigue arrastrando sus restos por el suelo. Cuando avanzo, voy dejando una huella de sangre abandonada.
El muerto que me acompaña irá rindiéndose a los soles y a los vientos. Irá dejando su rastro por mis días, se aliviará mi paso en la vereda.
No te vayas, no te vayas, suplica y se disgrega, se esfuma, se hace polvo como el polvo del camino, como el polvo que me habita y me carcome.
Mi muerto me abandona. Me dice que no me vaya, pero es él quien ya se ha ido.