El desierto camina dijo cierto día mi padre, mirando el horizonte. Yo sentí en la boca un polvo fino de cristal salado y era el mismo sabor que a ese hombre le quebraba la boca.
Y fuimos hacia el sur con álamos y palas para atajar el viento, sus jorobas de arena caminante.
Es un animal seco y enorme, abarca toda la mirada. Eso dijo mi padre mientras plantábamos árboles. Retrocediendo... Derrotados...
Pero qué hermoso es ver en el desierto, resistiendo, esa larga puñalada de álamos que planté con mi padre.
Mi olvido no te quiere / porque esta noche
cabalga una promesa en el grito de tus ojos
me aprieto al mundo y nazco huérfano
cuando tu boca es mi pueblo
o me hundo de lengua
procurando un milagro donde despertar
este fruto que intento / tampoco te quiere
allí donde tus muslos se clavan en mi aire
los aludes del alma empardan la razón
sólo este vino que me alumbra
acierta al pensar en deletrearte
desabrochar tu nombre / universarte
y un destello te apaña irreverente
cuando tu vientre páramo amanece
como lugar preferido del yo para quemarse
miénteme una vez más
enciende la hoguera
que yo prometo / otra vez
equivocarme