Dejemos que la luz se meta y acose hasta develar los secretos guardados.
Es lo que hace falta.
Están allí estorbando desde la vez que los aceptamos como aliados.
Sólo después volveremos a pisar la tierra con los pies descalzos y descifraremos el mensaje.
Que empiece a hablar el fuego y escoja lo que crea conveniente.
Que no dude en borrar.
Tal vez después bebamos a plenitud las aguas claras y bañemos en ellas nuestros cuerpos sin miedo al torrente.
Y que el viento se lo lleve todo y no nos diga el nombre de la otra ciudad.
Así no nos asaltará la tentación de repetirnos.
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1 comentario:
Quiero aprender, abrir al fuego, para que ya no me de "la tentación de repetirme".
¿Podremos, amiga?
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