En Salento

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Salento-Quindío-Colombia

sábado, 14 de noviembre de 2009

Cuaderno de Clase: Un cuento delNorberto Barleand


Ayer, mientras acomodaba libros, encontré un cuaderno, es mío? de que grado?, las letras, los números, las rayas borroneadas de tinta y pupitre encendían mi angustia, desconocía si esa letra, pertenecía al lenguaje que acompañó la vida o era de algún coleccionista de fábulas solemnes que invadió los estantes de mi casa.
Separé las hojas amarillas de las blancas, parecían guardapolvos de tiza enfundando al niño que fui hace muchos años.
Arranqué las tapas, eran duras, parecidas al Himno, a la bandera de ceremonias, al augusto prócer del mármol que muy serio controlaba mi entrada a la escuela todos los días., bendecidos de gloria y de olvido.
Siempre tuve dudas de ellos, de los próceres, digo, tan erectos, malhumorados, en fin, nuestra historia narrada desde la epopeya, la furia y la bravata.
Nada sabía del mundo entonces ,tampoco del concepto de justicia y libertad, la lucha era una pelea por un gol en el potrero.. Nada más, poco, muy poco..
Tan chico era el mundo? No, el chico era yo.
Transcurría un tiempo de posguerra, paisaje en blanco y negro, oscuras bombas, desgarros…
Cadáveres por millones mutilados, pueblos y ciudades destruidas, muerte con olor a muerte, llanto de luto en pupilas de madres, desconsuelo. Horror. Tragedia.
Poco conocía desde mis ojos de barrio, solo gorriones y ciruelos, hurgaba las medias de las tías, acaso las de mi madre para llenarlas de papeles y hacer una de trapo, jugar, patear al arco imaginario del futuro.
Como sería? El futuro digo, como sería?
Un pasillo largo y dos grandes patios tenía la casa (conventillo), muchas macetas, piletas de lavar, mucha, mucha gente, todo o casi todo sucedía allí y en el empedrado de ese barrio austero y murmurante… nosotros en la calle, pateando la de goma, la de cuero en los baldíos., un frente a frente, punta y taco rango y mida y qué se yo…….
Supe después, no tanto tiempo más adelante, ya crecido y de pantalones largos que la muerte era parte de la vida, que los muertos eran siempre los mismos.
Que protagonizamos la gran gesta americana, de la América Nueva, ajada y partida, del inca y los milagros, del mestizo o el indio rescatando la memoria, Pueblos, Patria postergada, Revolución, Guerra Fría, Imperialismo y cuanto más ingresó a mi vocabulario, a formar parte de todo aquello que rodeaba el entorno de los días, tal vez de una generación de ideales, sueños y tormentas.
Decía en todo el recorrido que los muertos eran siempre los mismos, es decir, del mismo palo, casi del mismo lugar de pertenencia, venían del corralón y del trabajo, humildes, anónimos, sin cruz y sin espada, con la sombra de un pan en cada mano y un grito de impotencia en las gargantas.
El mundo era el mismo y diferente, los pueblos eran tortas de reparto, los niños golondrinas que no vuelan, el fuego, cenizas caminando por los charcos del dolor y la ignominia.
Las leyes aun son perros que no ladran, se aplican por arriba y desde arriba, la paz es un cabildo de palabras que preludian el espanto de una guerra.
Aun así
Los sueños fueron planetas compartidos, utopías que alumbraron el camino, los días del sol, las primaveras, el amor, los hijos, un poema a la alegría del canto y los anhelos.
Alejé el dolor de lo perdido para disfrutar la aventura cada día, la témpera y el verbo en las colmenas.
A esta altura, el cuaderno observa mi rostro, una mirada adulta, la sonrisa de un niño que se aleja perdido entre sus hojas.
Intento ver una señal para reconocerme en él, busco hasta el final, página por página y aparece un olor sepia y acuarela, solo eso..
Resignado, cierro y lo elevo hacia la biblioteca para guardarlo definitivamente, cuando de pronto cae una hoja, una hoja despegada del resto, una hoja de recuerdo y porvenir.
Desteñido, arrugado, observo un dibujo, los arcos, la pelota y los nombres de ellos, de todos, desprolijos, juntos los nombres de mis compañeros del equipo que jugó los Campeonatos Infantiles “Evita” el “Sirdar”, por el frigorífico que luego para el ascenso se llamó “Carlos Gardel”
Era como una foto perforada de nostalgia, salimos subcampeones.
No sé en qué naufragio se perdió la medalla que me entregaron aquel domingo de verano, tan distante, tan lejano pero bueno…, ahora tengo el testimonio de este cuaderno recuperado
los pantalones cortos,
las medias caídas,
la camiseta afuera.
Norberto Barleand
y un grito de gol!!!!!!!!!!!!!!!!!!



1 comentario:

Nel.08 dijo...

Hola Elvira, vengo desde punto hispano, me anoto en tu blog, es mjy interesante..te espero por el mio a ver que tal te parece..tus comentarios son utiles...saludosss

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